Lo que inhalamos en las ciudades dista mucho de ser una bocanada de aire fresco. Sabemos desde hace tiempo que la contaminación del aire daña pulmones y corazón, aumentando el riesgo de enfermedades respiratorias y cardiovasculares.
Sin embargo, la evidencia científica va más allá: también se ha demostrado que la polución impacta en el cerebro. Por ejemplo, aumenta la posibilidad de padecer ictus, demencias (como el alzhéimer) y deterioro cognitivo.