El hecho es que cada persona posee una composición microbiana única, influida por múltiples factores. En primer lugar, la información genética, heredada de nuestros antecesores a través de nuestros padres, determina el fenotipo inmunológico o la presencia de diversos compuestos en las mucosas. Esto va a condicionar qué microorganismos prosperarán en nuestro intestino y cuáles no. Además, la transferencia de microorganismos de la madre al niño constituye una de las primeras fuentes para el establecimiento de la microbiota en el recién nacido.