Hemos aprendido, por ejemplo, que vivir solo no es lo mismo que sentirse solo. Ir a comer sola, al cine sola, no es negativo ni implica soledad en su sentido negativo. Que la soledad es algo mucho más complejo. Que no se concentra únicamente en la vejez, aunque esta etapa de la vida la haga más visible. Y que, sobre todo, no es un fenómeno que se resuelva desde un enfoque paliativo o tecnológico